Diego Portales, es digno reconocerle, quedó endeudado totalmente porque puso toda su riqueza en su causa: crear su ejército mercenario. Triunfó, creó los gobiernos de la República Autoritaria de Chile (1831-1861) y la Constitución de 1833, que revivieron el espíritu del gobierno de O’Higgins y su Constitución de 1822.
La misma oligarquía civil chilena del Pueblito de las Condes, que hizo abdicar a Bernardo O’Higgins, ahora tenía un problema con Portales, ya que consideraba que él se había extremado en su rol. La maldita oligarquía civil chilena quería un régimen Portaliano, pero sin Portales, al igual que un régimen de O’Higgins, pero sin O’Higgins.
La misma oligarquía civil chilena usó el asesinato de Diego Portales, el 6 de junio de 1837 a cargo de José Antonio Vidaurre Garretón. Aunque lo lamentó, ese hecho impensado logró evitar que Portales, al igual que O’Higgins, se convirtiera en un dictador por sobre la oligarquía civil. Si bien la oligarquía tuvo lágrimas de cocodrilo, no se esforzó por encontrar el cuerpo de Portales, que estuvo desaparecido por muchos años, hasta que el 18 de marzo del año 2005 fueron encontrados. Es importante recordar que hoy en día no hay ningún heredero de las familias Carrera, Rodríguez, O’Higgins, ni Portales que sea una figura importante. Veremos que eso será muy distinto con la familia Montt y la familia Ibáñez.
La sublevación de José Antonio Vidaurre culminó en la Batalla de Cerro Barón, donde fue derrotado por las tropas leales al gobierno, dirigidas por Manuel Blanco Encalada. A su primo Juan Vidaurre Morla, quien lo combatió, se le concedió el permiso de colocar el nombre-título de Leal después de su apellido Vidaurre, hasta por cuatro generaciones posteriores, el cual se convirtió en el nuevo apellido (familia Vidaurre Leal), con esto la oligarquía civil hizo un acto simbólico de criticar el asesinato de Portales.
Ahora volvamos con nuestra pregunta motivacional: ¿José Antonio Kast, un segundo Jorge Montt?
Para responder, hay que conocer al Clan Montt, que ha tenido tres presidentes: Manuel Montt Torres (1851-1861), Jorge Montt Álvarez (1891-1896) y Pedro Montt Montt (1906-1910). A tal grado que ellos crearon el Partido Nacional o Monttvarista (1857-1933), que corresponde a los pelucones que se constituyen después del triunfo de la Batalla de Lircay (1830) y que luego se dividen entre clericales y laicistas por la cuestión del sacristán (1857), siendo Montt y Varas quienes asumieron una postura de ultraderecha laica.
El Partido Nacional o Monttvarista fue continuador de los regímenes de O’Higgins y Portales. Manuel Montt Torres fue un pelucón destacado de la élite de Aconcagua. Antonio Varas de la Barra, su padre, fue un destacado realista cuyos bienes fueron confiscados, situación que su familia superó. Ambos crearon un partido que fue aceptado por la oligarquía civil, la cual no tuvo la necesidad de extirpar a sus líderes.
Ahora vayamos al conflicto que lideró el Almirante Jorge Montt, un integrante del clan Montt, aunque mucho más plebeyo, fue de igual manera un acto de «ultraderecha», aunque muy distinto al estilo de O’Higgins y Portales. Montt no tuvo que armar un ejército de inquilinos como O’Higgins o uno mercenario como el de Portales, ya que tuvo a su favor a la marina sublevada y un ejército militar liderado por el alemán Emilio Körner.
Se puede apreciar que será marina que sublevada por completa bajo el mando de Jorge Montt se debió a la alineación del Alto Mando de la Marina con el bando opositor en el Congreso de 1891. Esto se explica por la relación de la Marina con la oligarquía de Valparaíso, especialmente con el sector inglés liderado por Agustín Edwards Ross, quien ayudó a la compra de armamento para las fuerzas del Congreso en el extranjero. Su familia tenía grandes intereses en la minería del salitre y representaba a los inversionistas británicos, quienes dominaban la industria salitrera.
Los altos mandos de la Marina desde 1891 hasta la fecha actual, estarán alineadas con la oligarquía civil que domina Chile, en cambio, el ejército siempre tendrá Generales que se no cumplirán las ordenes de la oligarquía civil, como el resto de las FFAA, de Orden y Seguridad.
La influencia de la oligarquía de Valparaíso junto con la de Santiago logró crear una fuerte oposición al gobierno de Balmaceda. El Ejército Constitucionalista o Ejército Congresista fue liderado por el teniente coronel alemán Emilio Körner, un oficial contratado previamente para modernizar al Ejército de Chile. Luego fue comandante en jefe con el grado de inspector general desde 1900 a 1910, y el responsable de modernizar el Ejército de Chile bajo una doctrina prusiana.
Las ideas de Balmaceda, por otro lado, correspondían a las de un sector progresista de la propia oligarquía civil. Eran continuadoras de las ideas de Carrera, Freire, los pipiolos y los federalistas, propias de una exterminada derecha republicana nacionalista, porque Balmaceda buscaba aumentar el control del Estado Chileno sobre la industria del salitre, en manos de la élite chilena de origen anglosajón que hacía alianza con capitalistas extranjeros, sobre todo anglosajones, los cuales no querían financiar un ambicioso plan de obras públicas y desarrollo nacional.
El bando balmacedista estuvo compuesto por la familia Balmaceda, Enrique Mac Iver, Isidoro Errázuriz Errázuriz y el general Manuel Baquedano. No obstante, el líder militar más influyente de las fuerzas balmacedistas fue el general Orozimbo Barbosa. Él dirigió a las tropas en la mayoría de los enfrentamientos y fue el encargado de dirigir las fuerzas balmacedistas en la Batalla de Concón y la Batalla de Placilla, ambas cruciales. En Concón, sus tropas se enfrentaron al Ejército Constitucionalista; a pesar de una feroz resistencia, el bando congresista se impuso, marcando un punto de inflexión. Tras la derrota, Barbosa reagrupó a sus tropas en Valparaíso para la confrontación final en Placilla. Allí se libró la batalla definitiva que selló el destino del gobierno de Balmaceda. La derrota en Placilla significó el colapso del Ejército Presidencialista y la victoria del bando congresista. El general Barbosa falleció en combate en esta batalla.
Se puede apreciar que la oligarquía civil chilena se ha sentido plenamente identificada con el partido de Manuel Montt Torres y de Antonio Varas de la Barra, que fue del Partido Nacional o Monttvarista, luego esta misma oligarquía apoyo la presidencia de Pedro Montt Montt (1906-1910). En la actualidad, hay figuras con el apellido Montt que tienen roles en la política y en el mundo empresarial. Como, Santiago Montt, por ejemplo, ha sido nombrado CEO de la empresa minera Los Andes Copper. Esto demuestra que el apellido sigue estando presente en el ámbito de los negocios en Chile; además, en el campo político, el apellido Montt sigue apareciendo, como es el caso de Raúl Celis Montt y Andrés Celis Montt, que han ejercido como políticos en la Región de Valparaíso; Andrés Wood Montt: Destacado director de cine chileno.
El aporte del Partido Nacional o Monttvarista y del gobierno de facto impuesto por Jorge Montt Álvarez (1891-1896) fue consolidar un capitalismo reaccionario dependiente, que tenía su núcleo en el capital comercial y financiero que exportaba materias primas y, con esos retornos, compraba y distribuía los productos y servicios que el país necesitaba del capitalismo anglosajón.
Las ideas de Balmaceda prosiguieron en el Partido Liberal Democrático (1893-1932) aunque sin el énfasis nacionalista ni industrializador de Balmaceda, en la elección presidencial de 1920, el partido se dividió entre el «PLD-Aliancista», partidarios de Arturo Alessandri y el «PLD-Unionista», contrarios a este, que retomáremos cuando hablemos de Ibáñez.
Nuevamente volvamos con nuestra pregunta motivacional: ¿José Antonio Kast, un segundo Jorge Montt?
Kast no actúa como «O’Higgins», «Portales» o «Montt» con sus rivales dentro de la ultraderecha que son Matthei, Kaiser, Parisi, ni con la Familia Piñera. Él no se ha enfrentado a sus pares con la fuerza o la radicalidad de un O’Higgins, Portales o de un Montt. En lugar de una guerra civil o un conflicto abierto, el escenario político actual es uno de alianzas y desmarques estratégicos dentro de la misma élite.
Si embargo Kast si tiene problemas serios con la oligarquía civil. José Piñera Echenique, el padre de las AFP, un ultraderechista de tomo y lomo, sostiene que la candidata comunista Jara es la mejor defensora de la obra de Pinochet, y que ni Kast, ni Matthei, ni Kaiser, ni Parisi comprenden cómo Jara moderniza el pinochetismo.
Jovino Novoa sostuvo que el primer gobierno de Piñera fue el quinto gobierno de la Concertación, y él quería que con Kast se volviera al régimen económico de Pinochet. A su vez, Carlos Altamirano Orrego sostuvo que el gobierno de Lagos ha sido el mejor gobierno que ha tenido la ultraderecha. Esto lo zanja, José Piñera Echenique, quien critica a Kast y, sobre todo a Káiser, pues ellos quieren volver al régimen de Pinochet, del cual José Piñera Echenique fue ministro, fue el creador de las AFP, para él una regresión al pinochetismo es un error garrafal, que, contra los intereses de la ultraderecha actual, porque que desde Aylwin hasta Boric, nunca antes los millonarios Forbes Chilenos han tenido mejores posiciobes en ese ranking.
En un paralelismo histórico, Kast no ha liderado un movimiento que busque una refundación del Estado como Portales, para volver al régimen de O’Higgins, porque el programa de Jara ni siquiera tiene el programa político de Carrera, ni de los Pipiolos, ni menos el programa nacionalista e industrializador de Balmaceda, que afecte a los inversionistas extranjeros. Por el contrario, el ascenso de Kast se ha dado en un entorno donde ha logrado capitalizar el descontento de la ciudadanía con los partidos tradicionales, ha canalizado la crítica contra la corrupción y los abusos, pero sin desafiar los cimientos del poder económico, sin ni siquiera criticar la corrupción y los abusos de Chile Vamos.
Su papel se asemeja más a un estratega que busca restaurar un orden que, según su visión, ha sido corroído por la centroizquierda posmoderna, la cual ha imitado la corrupción de Chile vamos, frente a esto último Kast hace un negacionismo histórico, pero dentro del mismo marco institucional.
La pregunta, entonces, no es si será un segundo Montt, sino si representa una nueva fase de la misma oligarquía civil que busca consolidar el poder sin figuras de gran envergadura que la eclipsen. La oligarquía civil está dispuesta a tolerar una figura de gran envergadura como un segundo Montt, pero siempre y cuando esa figura no amenace sus intereses económicos. Y es ahí donde Kast no parece ser un segundo Montt. ![]()