La historia política de Chile ha visto la consolidación de una oligarquía civil que ha utilizado y, a veces, desechado a figuras políticas y militares clave. Un ejemplo de esto es la relación de la élite santiaguina con Bernardo O’Higgins, a quien, tras nombrarlo Director Supremo, le forzaron a abdicar y exiliarse en Perú. La herencia de O’Higgins, sus restos y el mausoleo que los alberga, fueron financiados por su hijo Pedro Demetrio O’Higgins, sin la intervención de las poderosas familias chilenas, ni del Estado, lo que subraya la ingratitud de la élite hacia sus héroes.
La lucha entre federalismo y centralismo en los inicios de la República ![]()
La oligarquía de Santiago, a través de la Constitución de 1822 redactada por su ministro José Antonio Rodríguez Aldea, buscó consolidar un poder centralista. Esta constitución, que creaba una «dictadura constitucional», eliminaba las tres provincias y establecía un control directo desde Santiago, lo que generó indignación en Concepción y Coquimbo.
Ante el inminente conflicto, la élite santiaguina optó por forzar la abdicación de O’Higgins para evitar una guerra civil. Esto llevó al establecimiento de una Junta de Gobierno, seguida por una era de presidentes de tendencia federalista progresista como Manuel Blanco Encalada (1826), Ramón Freire Serrano (1827) y Francisco Antonio Pinto (1828), Durante este período, se organizó la República en ocho provincias, un sistema que desafiaba el centralismo santiaguino.
Diego Portales y la Restauración del Orden ![]()
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Esta etapa de federalismo fue abruptamente interrumpida por Diego Portales. En una acción característica de la ultraderecha de la época, Portales formó una Guardia Nacional, una milicia de la oligarquía estanquera y pelucona, para oponerse al Ejército, que estaba bajo el control de los liberales (pipiolos). Esta rivalidad desembocó en una Guerra Civil entre 1829 y 1830. Con la victoria del bando de Portales en la Batalla de Lircay (1830), se restauró el centralismo y el autoritarismo.
Portales estableció la República Autoritaria de Chile (1831-1861) y promulgó la Constitución de 1833, que rigió por 92 años. Esta nueva era política devolvió al poder a la oligarquía santiaguina, reponiendo la visión de gobierno centralizado que O’Higgins había intentado establecer con su constitución de 1822. Hoy en día, esta visión es añorada por los sectores conservadores de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea.
Comparación con la actualidad: ¿Kast y un ejército propio? ![]()
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La historia demuestra que figuras como Portales, para consolidar su poder, no dudaron en crear fuerzas paralelas al ejército oficial. En este contexto, la pregunta de si José Antonio Kast podría emular a Portales es pertinente. Sin embargo, a diferencia de Portales, Kast no ha creado una milicia privada. Esto podría interpretarse como una debilidad, ya que demuestra que, a pesar de su postura de «ultraderecha», confía en las fuerzas armadas chilenas, las cuales, como se vio durante el gobierno de Sebastián Piñera, no han estado dispuestas a actuar al margen de la ley, ni en los momentos más álgidos de la reciente revolución social, que es proceda por cierto segmento de la intelectualidad como “octubrismo”.
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