Una fábula de dos Subcomandantes


 

En el corazón de la revolución, donde las viejas ideas se desvanecían como la niebla al sol, vivían la Subcomandante Parodi y el Subcomandante Altamirano. No eran ni feministas ni machistas, sino una melodía de dos notas que, al unirse, creaban una armonía perfecta.

Ella, con la poesía en sus ojos, rechazaba la rigidez de los rangos militares y políticos del mundo burgués. Él, con la solidez de una montaña, abrazaba su posición, pero con un eco de humildad que superaba a los grandes líderes. Para ellos, el verdadero Comandante no era un hombre con poder, ni una mujer con poder, sino el pueblo que los guiaba, y su misión era solo obedecer.

La dulzura del conflicto cotidiano

Su hogar era el escenario de pequeñas batallas que, lejos de separarlos, los unían. La mirada de ella, que buscaba la belleza en un simple mantel, chocaba con la mirada de él, que solo veía una mancha potencial. Pero de esta fricción nació la síntesis: un hermoso mantel, protegido por un vidrio, donde la poesía de ella y la practicidad de él convivían en paz. Y así, con un simple paño, se limpiaban los restos de la comida y de la ideología.

La batalla de la cama

Pero la vida, como el amor, siempre exige un nuevo desafío. Su nueva contienda era su cama. Para ella, una cama alta era un altar al orden: un lugar donde la espalda no sufría y las escobas podían pasar con gracia. Para él, era un abismo que lo desestabilizaba, un lugar donde sus pies colgaban en el aire.

Y así, tras muchas discusiones, encontraron la solución, esa fórmula secreta donde lo femenino y lo masculino se abrazan sin rendirse.

¿Cuál crees que fue la solución? Escríbela. Comenta y reenvía es cuento.

Subcomandante Parodi

Subcomandante Altamirano

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