¡Hola a todos y todas! ![]()
Quería tomarme un momento para agradecerles de corazón por su apoyo y las llamadas tan nutritivas. Su cariño y solidaridad han significado un montón para mí y me han ayudado a sentirme mucho mejor, aunque me ha sorprendido un poco la reacción de una minoría, que se ha visto cubierta por el apoyo de la gran mayoría. ¡Gracias! ![]()
Como siempre he sido una persona transparente, me duele tener que escribir esto, pero creo que es importante para que reflexionemos juntos. Lo hago con todo el cariño, pensando en quienes aprecio y que quizás se sientan aludidos.
Hace unos meses, cuando les conté a algunos amigos y amigas sobre la solicitud de información, vía transparencia pública, que había realizado a la actual Subsecretaría de las Culturas y las Artes, sentí que se pusieron del lado de la autoridad. Al preguntarme por qué lo hacía, me hicieron sentir que yo estaba equivocado, y percibí que había más empatía por la figura de poder que por mí, su amigo. Me consultaron si yo asumía que ellos podían tomar represalias y animosidad sobre mi persona. Me preguntaron cuál era mi objetivo al solicitar esa información. Uno de ellos expuso una empatía total con los funcionarios que, según él, “perdían” el tiempo al dar respuestas a mis consultas, y me dijo: «te das cuenta cómo haces perder el tiempo a la institución con tus ‘irracionales’ solicitudes de información».
Mis solicitudes de información han sido muy eficientes para generar cambios en la gestión de la Subsecretaría. He logrado más de esta manera, ejerciendo mis derechos constitucionales, que si fuera presidente de ANFUCULTURA o AFUCAP. Naturalmente, estos cambios obligan a las jefaturas a modificar sus procedimientos. Su reacción es la esperada: «¿pero si siempre lo hemos hecho así, para qué innovar? ¿Por qué este ‘necio’ viene a dar órdenes?».
Ellos y ellas pudieron haberme dicho: «no tengo la menor idea de por qué solicitas esa información, no me queda para nada clara la utilidad de tus actos, solo espero que salgas a salvo, mantenme al tanto de los detalles y ten todo mi infinito apoyo». Ninguno de ellos y ellas se acercó a esa actitud. Quizás no conocían sus derechos constitucionales, algo que es totalmente comprensible, ya que a veces estos temas no son tan conocidos.
Ahora, con este nuevo desafío, siento que la historia se repite. Veo que algunos, los menos pero que son muy ligados a mí en el plano emocional, están más preocupados por lo que mi jefe o el subsecretario puedan pensar o hacer por lo que yo estoy haciendo. Ellas y ellos preconciben que me equivoqué y que seré sancionado; consciente o inconsciente, se ponen del lado de la autoridad. Esa actitud, aunque sea de unos pocos, me duele en el alma, lo siento como una nueva agresión. Entiendo que estos amigos y amigas actúan bajo un efecto de poder, siguiendo la lógica de análisis de Foucault.
Sin embargo, como yo soy un necio, según la definición de Silvio Rodríguez, los perdono, no tengo ningún resentimiento hacia ellos. Porque, como dice el notable compositor cubano en su canción:
«Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui. Allá Dios, que será divino, yo me muero como viví.»
Él también dice:
«Será que la necedad parió conmigo / La necedad de lo que hoy resulta necio / La necedad de asumir al enemigo / La necedad de vivir sin tener precio».
Esta canción es para mí un mantra que escucho cada mañana, y los invito a cantarla conmigo. Con todo el cariño del mundo les pregunto a esa minoría tan significativa: ¿por qué creen que a veces es más fácil defender a una autoridad que a un amigo? No les pido que tomen partido ciegamente por mí, sino que me den el beneficio de la duda y, como amigos, me acompañen.
Les pido que no me vean como un futuro «Pato Cesante», porque eso no va a pasar. Les pido que solidaricen con el «Pato de ahora», que necesita su afecto. ![]()
Los invito, a su propio estilo, a ejercer sus derechos de libertad de expresión y a manifestar sus demandas. Porque, como necios que somos, sabemos que somos muchos más que dos. ![]()
Y como soy un necio irremediable, los invito a seguir leyendo, un ejemplo de mis reflexiones, para que entiendan un poco más el contexto de estas sentidas palabras.
¿»Vale Cultura» o «Pase Cultural»? Entendiendo las políticas de cultura en Chile.
Soy Patricio Altamirano Arancibia y quiero compartir con ustedes un análisis crítico sobre una política cultural que se está implementando en nuestro país. Aunque trabajo en la Subsecretaría de Cultura, estas ideas las escribo como un ciudadano más, preocupado por cómo se están haciendo las cosas y por qué, a veces, las buenas intenciones no logran los resultados esperados.
Me gustaría que conversemos sobre el «Pase Cultural» del gobierno de Boric. Se presentó como algo nuevo y superdemocrático, ¿verdad?
Pero cuando lo miramos de cerca, nos damos cuenta de que se parece muchísimo a una idea que ya existía: el «Vale Cultura» del gobierno de Piñera. Lo curioso es que el propio Boric, cuando era diputado, criticó esa propuesta.
Un giro de 180 grados: del diputado al presidente Boric
¿Se acuerdan del «Vale Cultura» de Piñera? Era una idea que no prosperó, y una de las razones fue la fuerte oposición, en la que el entonces diputado Boric jugaba un papel clave. Él y otros decían que era un simple «voucher» que solo beneficiaría a las empresas privadas con plata de todos, sin resolver el problema de fondo: que, en Chile, por temas de acceso, educación y tiempo, a mucha gente le cuesta acercarse a la cultura.
Ahora, con Boric en la presidencia, tenemos el «Pase Cultural». El nombre es diferente, pero el mecanismo es casi idéntico. A un grupo específico de personas, mayores de 18 años y en situación de vulnerabilidad, se les asigna un monto de $50.000 en un «bolsillo electrónico». ¿La idea? Que usen esa plata en servicios o productos culturales.
Consideraciones que debemos tener en cuenta
Este «Pase Cultural», con sus similitudes con la idea de Piñera, tiene algunos puntos que nos invitan a reflexionar:
• ¿Ayuda a los grandes o a los pequeños?: El programa transfiere plata a un grupo reducido de empresas culturales que participan. Esto podría hacer que las grandes compañías de Santiago se fortalezcan aún más, dejando a los proyectos y creadores de regiones en la misma situación de siempre. Es una contradicción con la idea de democratizar el acceso.
• «Dejamos a muchos afuera»: La focalización del programa es tan específica que deja fuera a muchísimas personas. Es como un club exclusivo. Y claro, esto choca con la crítica que el mismo Boric hacía en el pasado.
• «Sin información no hay acceso»: A pesar de que la iniciativa ya está andando, tiene un impacto muy limitado. Muchas personas que tienen el beneficio ni siquiera saben que existe o no entienden cómo usarlo. Es como tener un ticket para un concierto sin saber dónde es ni a qué hora.
En resumen: un camino conocido
El «Pase Cultural» no es una propuesta innovadora. En esencia, repite el modelo del «Vale Cultura» de Piñera. Por eso, tiene los mismos riesgos de concentración empresarial y, lo que es más importante, no ataca los problemas estructurales que limitan el acceso a la cultura en Chile. Al final, el presidente Boric decidió seguir un camino que el diputado Boric había rechazado. Es algo que, como ciudadanos, debemos tener en cuenta.
Renvíelo, comentelo.
Un afectuoso y fraternal abrazo.
Patricio Altamirano Arancibia